Comentario
Rey de Castilla desde 1217 y de León en 1230, Fernando III ampliará considerablemente a costa de los musulmanes la extensión de los dominios recibidos. Las campañas, en las que tuvieron un papel destacado las órdenes militares hispánicas, creadas hacia 1170 y a las que se debió la conquista y repoblación de la mayor parte de La Mancha y de Extremadura, siguen el modelo de Fernando I-Alfonso VI o de Alfonso VII: el monarca interviene en ayuda de señores sublevados contra los almohades o en apoyo de reyes taifas enfrentados entre sí, y cuando las circunstancias son favorables ocupa plazas y reinos. La primera expedición, en apoyo del señor de Baza, tuvo lugar en 1224 y dio lugar a la ocupación y saqueo de Quesada; nuevas campañas serían pagadas, con cuantioso botín y con la entrega de Martos, Andújar, Salvatierra y Capilla al monarca castellano como pago por su ayuda a Muhammad al-Bayasí para ocupar la ciudad de Córdoba. Los almohades no tardarían en firmar treguas y pagar parias a Fernando III a cambio de ayuda contra los musulmanes sublevados en Murcia y Valencia. El dinero almohade y taifa serviría para comprar la renuncia al trono de León de las infantas portuguesas hijas de Alfonso IX. La unificación de las fuerzas castellano-leonesas y el acuerdo logrado poco después con los reyes de Portugal y Aragón para atacar unidos a los musulmanes obligó a Ibn Hud -que había logrado unificar al-Andalus tras la disgregación del imperio almohade en 1227- a comprar la paz, lo que no impediría a Fernando III unirse al rey de Granada y ocupar Córdoba en 1236 mientras el aliado musulmán extendía su autoridad a Málaga y Almería e intentaba ocupar Murcia; este reino, amenazado en el Sur y en el Oeste por Granada y en el Norte por los catalano-aragoneses, buscó y obtuvo la protección castellana (1238) y aceptó el establecimiento de guarniciones militares en los centros más importantes del reino, en el que sólo Mula, Lorca y Cartagena opusieron alguna resistencia a las tropas castellanas dirigidas por el heredero, Alfonso Xel Sabio. Poco después se revisarían los tratados de Tudillén y Cazola por los que castellanos y aragoneses se repartían los reinos de Murcia y Valencia, con fronteras en constante movimiento, y en Almizra (1244) se fijarán de manera definitiva los límites de ambos reinos.Aseguradas las fronteras en la zona oriental, Fernando III concentró sus fuerzas en la ocupación de Jaén, importante centro cuyo dominio garantizaba el paso hacia Andalucía occidental, donde los ejércitos portugueses obtenían importantes victorias y amenazaban con invadir tierras castellano-leonesas. Sitiada Jaén por hambre, Muhammad de Granada -el antiguo aliado y vasallo de Castilla- no pudo socorrerla, aceptó la rendición (1246) y con ella renovó el vasallaje respecto a Fernando III para salvar el resto de sus dominios. Como vasallo, el granadino colaboró con Castilla en los ataques a Sevilla por tierra mientras una flota procedente del Cantábrico impedía la llegada de refuerzos norteafricanos. La ciudad se rindió en 1248 y con su ocupación finaliza el período expansivo del reino castellano-leonés que en menos de veinte años, aprovechando la debilidad islámica, redujo a los musulmanes al reino granadino y limitó la expansión de aragoneses y portugueses hacia el Sur, convirtiéndose de este modo en el reino de mayor importancia de la Península.